EL EPICENTRO DE LA REALIDAD
Cuando la vida y el ente se propagan las relaciones cósmicas se propagan.
La sincronía de las ideas late como un efecto prófugo donde
la vida iría en un trayecto distinto. Un equilibrio y un rumbo diferentes.
Ante cualquier escalada de la vida, donde se efectúe todo o
cualquier elemento humano, podríamos llamarle principio y fin de las cosas.
El principio de las cosas no es más que un número entero que
va iluminado en el tiempo tránsfugo mediante una realidad imaginaria, sean
adyacentes o subyacentes sobre el efecto humano lógico o la realidad del tiempo
y el equilibrio.
La realidad o la múltiple realidad no es otra cosa más que el
espectro del tiempo trastocado e incólume.
La realidad ya no es el efecto diambólico de la lógica de lo
que se ve y se toca o se oye y se coge con las manos.
Es todo itinerario físico y etéreo, también estéreo, y
energía física determinada sobre lo que podríamos llamar la acción del tiempo.
La misma realidad nos conduce a la energía y a la acción del
momento en que vivimos, por el cual entraña nuestras circunstancias
luminógenas, oscuras, o tiempos pasados.
La realidad histórica no es otra cosa más que un trayecto
entre el pasado y el tiempo, que no admite soberbia ni campos cuánticos o
esotéricos, ni temperamentos humanos que han quedado en las lápidas del pasado.
Un campo pletórico que sublima la energía, o también un
culmen de la existencia humana, vislumbrado y fragmentado en el latir del
carácter, principios sacros y temperamentales transportados por nuestro pasado
a nuestro presente, sin el por qué tener que asustarnos desde ninguna fase ni
pretérito, ni artilugios que separarían la barrera del tiempo.
Si el tiempo es lo que demarca y denota todas nuestras
circunstancias, la realidad no sobrepasa nunca la exactitud.
Todo número multiplicado, sumado, restado o dividido puede
acceder al centro de la realidad dentro de un campo espacial, pero el tiempo de
alternativa sobre la ingravidez de los cuerpos o la energía, la fuerza, la
velocidad, o la transposición geométrica de las áreas de un cuerpo, rumbo y día
a día hasta el final de nuestra vida y nuestro encuentro con el creador.
Una línea recta o curvilínea puede encontrarse ante una fuente
de energía visible, ante la fusión rápida y las funciones del tiempo con la
misma velocidad aeroespacial.
El temperamento es una fase de la realidad propagada por el
equilibrio y las fuentes recurrentes de acción sobre la energía.
El vacío y sus fuentes o el centro de ese vacío localizado en
la incertidumbre de los espacios cuánticos de los cuerpos, el universo y el
vacío, junto a la propagación sobre la energía y el propio equilibrio.
Son a la vez la realidad del propio epicentro de nuestra
vida, y el axioma que fructifica toda precisión morfológica sobre el margen y
el porqué de las cosas, los somatismos y las mismas somatizaciones morales,
humanas, y todo nuestro ser, que codifica la acción del tiempo y nuestra vida,
donde la acción del tiempo es la realidad y la precisión indivisible de los
halos cósmicos que denotan nuestra capacidad, caracteres y todo lo que ocupa
nuestra existencia, a través de nuestro ente y todo lo que ha sido nuestro ser
en los principios de la morfología y del contexto de la humanidad.
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