lunes, 18 de mayo de 2015

EL EPICENTRO DE LA REALIDAD


Cuando la vida y el ente se propagan las relaciones cósmicas se propagan.

La sincronía de las ideas late como un efecto prófugo donde la vida iría en un trayecto distinto. Un equilibrio y un rumbo diferentes.

Ante cualquier escalada de la vida, donde se efectúe todo o cualquier elemento humano, podríamos llamarle principio y fin de las cosas.


El principio de las cosas no es más que un número entero que va iluminado en el tiempo tránsfugo mediante una realidad imaginaria, sean adyacentes o subyacentes sobre el efecto humano lógico o la realidad del tiempo y el equilibrio.

La realidad o la múltiple realidad no es otra cosa más que el espectro del tiempo trastocado e incólume.
La realidad ya no es el efecto diambólico de la lógica de lo que se ve y se toca o se oye y se coge con las manos.

Es todo itinerario físico y etéreo, también estéreo, y energía física determinada sobre lo que podríamos llamar la acción del tiempo.

La misma realidad nos conduce a la energía y a la acción del momento en que vivimos, por el cual entraña nuestras circunstancias luminógenas, oscuras, o tiempos pasados.

La realidad histórica no es otra cosa más que un trayecto entre el pasado y el tiempo, que no admite soberbia ni campos cuánticos o esotéricos, ni temperamentos humanos que han quedado en las lápidas del pasado.

Un campo pletórico que sublima la energía, o también un culmen de la existencia humana, vislumbrado y fragmentado en el latir del carácter, principios sacros y temperamentales transportados por nuestro pasado a nuestro presente, sin el por qué tener que asustarnos desde ninguna fase ni pretérito, ni artilugios que separarían la barrera del tiempo.

Si el tiempo es lo que demarca y denota todas nuestras circunstancias, la realidad no sobrepasa nunca la exactitud.

Todo número multiplicado, sumado, restado o dividido puede acceder al centro de la realidad dentro de un campo espacial, pero el tiempo de alternativa sobre la ingravidez de los cuerpos o la energía, la fuerza, la velocidad, o la transposición geométrica de las áreas de un cuerpo, rumbo y día a día hasta el final de nuestra vida y nuestro encuentro con el creador.

Una línea recta o curvilínea puede encontrarse ante una fuente de energía visible, ante la fusión rápida y las funciones del tiempo con la misma velocidad aeroespacial.

El temperamento es una fase de la realidad propagada por el equilibrio y las fuentes recurrentes de acción sobre la energía.

El vacío y sus fuentes o el centro de ese vacío localizado en la incertidumbre de los espacios cuánticos de los cuerpos, el universo y el vacío, junto a la propagación sobre la energía y el propio equilibrio.


Son a la vez la realidad del propio epicentro de nuestra vida, y el axioma que fructifica toda precisión morfológica sobre el margen y el porqué de las cosas, los somatismos y las mismas somatizaciones morales, humanas, y todo nuestro ser, que codifica la acción del tiempo y nuestra vida, donde la acción del tiempo es la realidad y la precisión indivisible de los halos cósmicos que denotan nuestra capacidad, caracteres y todo lo que ocupa nuestra existencia, a través de nuestro ente y todo lo que ha sido nuestro ser en los principios de la morfología y del contexto de la humanidad.

Son a la vez la realidad del propio epicentro de nuestra vida, y el axioma que fructifica toda precisión morfológica sobre el margen y el porqué de las cosas, los somatismos y las mismas somatizaciones morales, humanas, y todo nuestro ser, que codifica la acción del tiempo y nuestra vida, donde la acción del tiempo es la realidad y la precisión indivisible de los halos cósmicos que denotan nuestra capacidad, caracteres y todo lo que ocupa nuestra existencia, a través de nuestro ente y todo lo que ha sido nuestro ser en los principios de la morfología y del contexto de la humanidad.
























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