La vida, nuestra vida existe
desde nuestro primer momento al nacer pero muy pocas veces hablamos de que la
vida es una muerte perpetua presente en
materia química, biológica y estelar en medio de la orilla de los mundos. Un
océano perpetuo entre el cielo, el infierno, y el purgatorio. Un mundo en el
que la muerte no es una filosofía errónea. Hay algo más allá.
Y un más allá que nadie ha visto.
Pero hay una realidad perpleja en que la vida se produce por el
mismo fango de la locomoción de la energía, de la expansión de la velocidad, de
la maleabilidad y solidez de los cuerpos en los que tiene que haber un sólido para hallar todos los demás o la dureza y expansión
de la materia todo eso existe porque existe una dinámica disuasoria en medio de
un océano galáctico. Existe vida porque
existen células y envejecemos porque envejecen las células ni la vida envejece en el tiempo y donde el
tiempo no es otra cosa más que las latitudes y longitud geográfica como
dimensional geométricas que marcan una
dimensión espacial.
Esa dimensión espacial son los elementos de la vida, la
historia, el trabajo de nuestros días, la transformación de la
carne, la metamorfosis biológica
y las estructuras endomórficas que marcan el ritmo del transcurso de las horas , de los días, de las noches, el
flujo y el reflujo de la luna , las
corrientes marinas, el sonido y la temperatura.
Hablar de temperatura es hablar
de transformación.
Esa transformación la sufre la vida
y no solo la vida sino las funciones biológicas del entorno terrestre incluidos
los humanos.
De momento no existen filosofías
que eviten la muerte ni las habrá por siglos que vengan, a no se que se
transforme nuestra energía mortuoria, ya que en los misterios del tiempo la muerte ha sido irreversible por mucho que
la ciencia haya avanzado. Un misterio adyacente en la orilla de los mundos y a
la vez tangencial al tiempo donde todo lo que nace se transforma y muere.
La vida sin tocar el mundo de la reencarnación es la misma
transformación de la muerte que muere a la vez
y no nace sino que vuelve a morir en el tiempo, en la orilla de
las lagunas eternas, tanto físicas, como
geológicas materiales espirituales o astrofísicas. Nuestra vida es una muerte que continua en
las funciones de nuestra presencia en el tiempo ya que siendo así podríamos
decir que somos inmortales y nuestra presencia astronomía es una transposición
eterna de funciones transformaciones en geofísicas que deambula por el
firmamento corpóreo e incorpóreo por eso
sufrimos, envejecemos malos trechos y morimos temporalmente por nuestra
presencia en el tiempo como un faro que alumbra en el universo pero sin saber
cuál fue el motivo por el que el creador quiso establecer la vida.
En los fangos de la eternidad
perpetua posiblemente corran ríos de agua cristalina perpetua y luzca un sol
resplandeciente donde la ciencia no ha sido el logro de la salvación para
nuestro paso por la vida y todo ser
humano pensase que el mundo y nuestra trayectoria por el tiempo fuera inmortal
lo cual ha sido imposible desde cualquier campo metafísico dimensional desde cualquier movimiento. Materialismo,
espiritualismo, empirismo, racionalismo y en el cual y desde el cual el mas cuerdo comete
errores y locuras ni las escribe, sino que choca con una realidad diferencial y traslucida, donde solamente detrás de esa luz queda el espectro de una luz cuyo brillo es el reflejo que se apaga igual que un día nublado.
Esa luz se vuelve cristalina, ya
que nuestra vida es la continuación de una muerte perpetua purificada y omnipresente en el tiempo color purpura en la plenitud de
los mundos donde la eternidad comienza donde acaba el principio.
UNA LUZ ESPACIAL EN MEDIO DEL
TIEMPO, EN UNA DIMENSIÓN DISTINTA.
EN LA ORILLA DE LOS MUNDOS.
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