lunes, 23 de septiembre de 2013

SOBRE LA PLENITUD ESPACIAL DE LOS MUNDOS. CONTINUACIÓN.


La vida, nuestra vida existe desde nuestro primer momento al nacer pero muy pocas veces hablamos de que la vida es  una muerte perpetua presente en materia química, biológica y estelar en medio de la orilla de los mundos. Un océano perpetuo entre el cielo, el infierno, y el purgatorio. Un mundo en el que la muerte no es una filosofía errónea. Hay algo más allá.

Y un más allá que nadie ha visto. Pero  hay una realidad  perpleja en que la vida se produce por el mismo fango de la locomoción de la energía, de la expansión de la velocidad, de la maleabilidad y solidez de los cuerpos en los que tiene que haber un sólido  para hallar todos los demás o la dureza y expansión de la materia todo eso existe porque existe una dinámica disuasoria en medio de un océano  galáctico. Existe vida porque existen células y envejecemos porque envejecen las células  ni la vida envejece en el tiempo y donde el tiempo no es otra cosa más que las latitudes y longitud geográfica como dimensional  geométricas que marcan una dimensión espacial.

Esa  dimensión espacial  son los elementos de la vida, la historia,  el trabajo  de nuestros días, la transformación  de la  carne, la metamorfosis biológica  y las estructuras endomórficas que marcan el ritmo del transcurso  de las horas , de los días, de las noches, el flujo y el reflujo  de la luna , las corrientes marinas, el sonido y la temperatura.

Hablar de temperatura es hablar de transformación.
Esa transformación la sufre la vida y no solo la vida sino las funciones biológicas del entorno terrestre incluidos los humanos.
De momento no existen filosofías que eviten la muerte ni las habrá por siglos que vengan, a no se que se transforme nuestra energía mortuoria, ya que en los misterios del tiempo  la muerte ha sido irreversible por mucho que la ciencia haya avanzado. Un misterio adyacente en la orilla de los mundos y a la vez tangencial al tiempo donde todo lo que nace se transforma y muere.

La vida sin tocar el mundo  de la reencarnación es la misma transformación de la muerte que muere a la vez  y no nace sino  que  vuelve a morir en el tiempo, en la orilla de las lagunas eternas, tanto  físicas, como geológicas materiales espirituales o astrofísicas.  Nuestra vida es una muerte que continua en las funciones de nuestra presencia en el tiempo ya que siendo así podríamos decir que somos inmortales y nuestra presencia astronomía es una transposición eterna de funciones transformaciones en geofísicas que deambula por el firmamento corpóreo e incorpóreo  por eso sufrimos, envejecemos malos trechos y morimos temporalmente por nuestra presencia en el tiempo como un faro que alumbra en el universo pero sin saber cuál fue el motivo por el que el creador quiso establecer la vida. 

En los fangos de la eternidad perpetua posiblemente corran ríos de agua cristalina perpetua y luzca un sol resplandeciente donde la ciencia no ha sido el logro de la salvación para nuestro paso por la vida  y todo ser humano pensase que el mundo y nuestra trayectoria por el tiempo fuera inmortal lo cual ha sido imposible desde cualquier campo metafísico dimensional  desde cualquier movimiento. Materialismo, espiritualismo, empirismo, racionalismo y en el cual y desde el cual  el mas cuerdo comete



errores y locuras ni las escribe, sino que choca con una realidad diferencial y traslucida, donde solamente detrás de esa  luz queda el espectro de una luz  cuyo brillo es el reflejo que se apaga igual que un día nublado.

Esa luz se vuelve cristalina, ya que nuestra vida es la continuación de una muerte perpetua purificada y omnipresente  en el tiempo color purpura en la plenitud de los mundos donde la eternidad comienza donde acaba el principio.

UNA LUZ ESPACIAL EN MEDIO DEL TIEMPO, EN UNA DIMENSIÓN DISTINTA.

EN LA ORILLA DE LOS MUNDOS. 

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