viernes, 21 de agosto de 2015

EL SENTIDO COMÚN DEL HOMBRE
DESDE EL ESPECTRO MÁS PROFUNDO DE LA RAZÓN


Desde la física cuántica todo parte de un común denominador acoplado a las distancias del tiempo, y porque en esta vida todo tiene un sentido.

¿Cuál es la fase que se superpone al común denominador de nuestra razón?

¿O qué entendemos por razón desde lo más profundo de las cosas y todo cuanto pensamos, vemos, decimos y oímos?

¿El kilómetro cero de nuestro pensamiento no está en nuestro conocimiento? Sino en un cómputo de consecuciones que delata nuestra forma de ver las cosas con la vida con motivo y desde el punto más expuesto de nuestras incidencias que surgen por la vida.

Todo nuestro pensamiento es un encuentro natural entre las neuronas y los neurotransmisores, junto a la fuerza del tiempo sobre la misma acción de la energía y el proceso de las más profundas fases de la misma sobre nuestro cerebro, sin ninguna fase patológica ni clínica, con una tal función cinemática de los cuerpos y sobre el mismo campo del espectro.

Una acción colateral entre la materia, la submateria, y un campo inmaterial que activa la materia sobre los mismos cuerpos, la energía y los campos de acción sobre nuestra presencia en el cosmos, donde las mismas bases de conducción y evolución del cosmos ha sido la misma base de la consecución de la naturaleza y de nuestra naturaleza sobre las áreas cósmicas congéneres a nuestro resultado místico, moral, biológico, inmaterial e inmune al tiempo, ya que el tiempo es una fuerza cósmica que nos absorbe.


Ya existen teorías que dicen que el tiempo no existe, llamado tiempo cuántico, y desde ese resultado no se podría medir tampoco nuestra memoria, de no existir, ni tampoco nuestra razón. O saber que nuestra conciencia dejase de ser el resultado que mide de forma digital nuestra morada o el proceso determinado de reflexión sobre el conocimiento, en el que nuestra memoria desde el conocimiento del reflejo más sólido de nuestra incidencia sobre los valores que el hombre tiene, y todo cuanto lo conceptúa.

El resultado de una evaluación y de la involución ante un postulado que sería la misma esencia de la vida como el ser enfático de nuestra vida, cuyo paso por la misma se convierte en algo inmune a nuestra presencia, sobre las bases de lo que puede ser para tratar sobre la misma base del tiempo, desde el sentido de nuestro temperamento, o enlazar la base de lo que se puede encontrar como es el estado del alma, desde lo más difuso de la materia y matemática de nuestra vida.


Quiere decir todo esto que nuestra vida y nuestra conciencia existen en un clima dirigido en el que si una persona no se dirige a Dios, Dios no va a ir a él. En el sentido de que cualquier adversario desde cualquier manera, sea o no la corriente de un resultado más o menos difuso del recorrido a veces anular del ente. Si Dios nos llama y estamos cargados de culpas, y nos arrepentimos de nuestra moratoria final, Dios nos perdonará. Pero si dentro de nuestra consecución final estamos ausentes en el tiempo y no tememos su presencia o propósito de ir a otro mundo diferente sin encontrar el propósito de que de esta forma el alcance de la eternidad sea propuesto por el peor hasta actuar.

Si desde la base de acción de nuestra neuma el hombre, desde ese sentido espiritual, viaja por el tiempo, y nuestra neuma le acompaña, ya que está en todo lo que el reflejo deambula por nuestro ser.

Todo aspecto ondulatorio mostrado en un gráfico de lo que puede ser el centro humano dentro del corazón a la cabeza, el ser lucha desde todo lo que impulsa sincrónicamente desde su espíritu, pero ese espíritu le conlleva a hacer cosas que desde nuestra mente o nuestra psique no quiere, y se muestra ajeno a un resultado y no va más allá que toda esa congruencia de términos fijados que refleja el sentido común en un hallazgo al mismo tiempo no sólo del alma y la neuma, sino de todo avance humano presente en un campo distinto a como piensa la teología. Es el apartado científico de nuestra vida y los mismos neurocientíficos.


El sentido de correlación de la vida y las fases del tiempo no sólo puede ser tampoco la relación de datos en base científica, o el cálculo infinitesimal desde una matemática científica y nomenclatura en el que los mismos neurotransmisores y el campo neurocientífico se masifican a la acción de nuestro conocimiento.

El juicio crítico del sentido común que no acaba en un campo donde la realidad y la neura humana, o la razón de su pensamiento no sea un apartado valorativo donde la teología moral y la ciencia llegasen a chocarse sino que ejercen un efecto magnético contrario, de repulsión y separación magnética sobre la misma acción de la energía, que tiene un tope donde la misma luz cinética se apaga o se pierde en la distancia y nuestra visión sobre la corriente de la lejanía con la fuerza de acción sobre la resistencia y la distancia.

En un lugar contrario a como somos o entendemos y percibimos, ya que el sentido común es un sentido extraño entre el ente y la difusión del mismo, los resultados de nuestra educación y nuestra moral, pero no el centro de la sabiduría, sino el conjunto de disidencias que unifican y recorren a la vez nuestro camino junto a nosotros, ya que nuestra conciencia viaja sola en el tiempo, y de otra manera no hubiese podido ser si nuestro caminar pudiese ir por el camino más verdadero.


La incidencia cuántica y el área de secuencias relativas que unifican nuestro pensamiento, con nuestra conciencia y nuestra moral, es también una vigilia espacial que libera el aire de nuestra vida, y le transmite la energía que le permite viajar en el tiempo desde la existencia hasta la muerte como centro de visión de que nuestro cerebro es el lugar donde está nuestra conciencia, que llevamos con nosotros, como consecución neurológica de nuestra posesión humana, desde la cual partimos por encima de nuestra inteligencia.

DONDE EL COSMOS ES EL CENTRO ALTERNATIVO DE NUESTRO CEREBRO, Y DE TODA ALTERNATIVA ESPACIAL DONDE PARTE NUESTRA VIDA COMO CONSECUCIÓN DEL TIEMPO.







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