EL SENTIDO COMÚN DEL HOMBRE
DESDE EL ESPECTRO MÁS PROFUNDO DE LA RAZÓN
¿Cuál es la fase que se superpone
al común denominador de nuestra razón?
¿O qué entendemos por razón desde
lo más profundo de las cosas y todo cuanto pensamos, vemos, decimos y oímos?
¿El kilómetro cero de nuestro
pensamiento no está en nuestro conocimiento? Sino en un cómputo de
consecuciones que delata nuestra forma de ver las cosas con la vida con motivo
y desde el punto más expuesto de nuestras incidencias que surgen por la vida.
Todo nuestro pensamiento es un
encuentro natural entre las neuronas y los neurotransmisores, junto a la fuerza
del tiempo sobre la misma acción de la energía y el proceso de las más
profundas fases de la misma sobre nuestro cerebro, sin ninguna fase patológica
ni clínica, con una tal función cinemática de los cuerpos y sobre el mismo
campo del espectro.
Una acción colateral entre la
materia, la submateria, y un campo inmaterial que activa la materia sobre los
mismos cuerpos, la energía y los campos de acción sobre nuestra presencia en el
cosmos, donde las mismas bases de conducción y evolución del cosmos ha sido la
misma base de la consecución de la naturaleza y de nuestra naturaleza sobre las
áreas cósmicas congéneres a nuestro resultado místico, moral, biológico,
inmaterial e inmune al tiempo, ya que el tiempo es una fuerza cósmica que nos
absorbe.
Ya existen teorías que dicen que
el tiempo no existe, llamado tiempo cuántico, y desde ese resultado no se
podría medir tampoco nuestra memoria, de no existir, ni tampoco nuestra razón.
O saber que nuestra conciencia dejase de ser el resultado que mide de forma
digital nuestra morada o el proceso determinado de reflexión sobre el
conocimiento, en el que nuestra memoria desde el conocimiento del reflejo más
sólido de nuestra incidencia sobre los valores que el hombre tiene, y todo
cuanto lo conceptúa.
El resultado de una evaluación y
de la involución ante un postulado que sería la misma esencia de la vida como
el ser enfático de nuestra vida, cuyo paso por la misma se convierte en algo
inmune a nuestra presencia, sobre las bases de lo que puede ser para tratar sobre
la misma base del tiempo, desde el sentido de nuestro temperamento, o enlazar
la base de lo que se puede encontrar como es el estado del alma, desde lo más
difuso de la materia y matemática de nuestra vida.
Quiere decir todo esto que
nuestra vida y nuestra conciencia existen en un clima dirigido en el que si una
persona no se dirige a Dios, Dios no va a ir a él. En el sentido de que
cualquier adversario desde cualquier manera, sea o no la corriente de un
resultado más o menos difuso del recorrido a veces anular del ente. Si Dios nos
llama y estamos cargados de culpas, y nos arrepentimos de nuestra moratoria
final, Dios nos perdonará. Pero si dentro de nuestra consecución final estamos
ausentes en el tiempo y no tememos su presencia o propósito de ir a otro mundo
diferente sin encontrar el propósito de que de esta forma el alcance de la
eternidad sea propuesto por el peor hasta actuar.
Si desde la base de acción de
nuestra neuma el hombre, desde ese sentido espiritual, viaja por el tiempo, y
nuestra neuma le acompaña, ya que está en todo lo que el reflejo deambula por
nuestro ser.
Todo aspecto ondulatorio mostrado
en un gráfico de lo que puede ser el centro humano dentro del corazón a la
cabeza, el ser lucha desde todo lo que impulsa sincrónicamente desde su
espíritu, pero ese espíritu le conlleva a hacer cosas que desde nuestra mente o
nuestra psique no quiere, y se muestra ajeno a un resultado y no va más allá
que toda esa congruencia de términos fijados que refleja el sentido común en un
hallazgo al mismo tiempo no sólo del alma y la neuma, sino de todo avance
humano presente en un campo distinto a como piensa la teología. Es el apartado
científico de nuestra vida y los mismos neurocientíficos.
El sentido de correlación de la
vida y las fases del tiempo no sólo puede ser tampoco la relación de datos en
base científica, o el cálculo infinitesimal desde una matemática científica y
nomenclatura en el que los mismos neurotransmisores y el campo neurocientífico
se masifican a la acción de nuestro conocimiento.
El juicio crítico del sentido
común que no acaba en un campo donde la realidad y la neura humana, o la razón
de su pensamiento no sea un apartado valorativo donde la teología moral y la
ciencia llegasen a chocarse sino que ejercen un efecto magnético contrario, de
repulsión y separación magnética sobre la misma acción de la energía, que tiene
un tope donde la misma luz cinética se apaga o se pierde en la distancia y
nuestra visión sobre la corriente de la lejanía con la fuerza de acción sobre
la resistencia y la distancia.
En un lugar contrario a como
somos o entendemos y percibimos, ya que el sentido común es un sentido extraño
entre el ente y la difusión del mismo, los resultados de nuestra educación y
nuestra moral, pero no el centro de la sabiduría, sino el conjunto de disidencias
que unifican y recorren a la vez nuestro camino junto a nosotros, ya que
nuestra conciencia viaja sola en el tiempo, y de otra manera no hubiese podido
ser si nuestro caminar pudiese ir por el camino más verdadero.
La incidencia cuántica y el área
de secuencias relativas que unifican nuestro pensamiento, con nuestra
conciencia y nuestra moral, es también una vigilia espacial que libera el aire
de nuestra vida, y le transmite la energía que le permite viajar en el tiempo
desde la existencia hasta la muerte como centro de visión de que nuestro
cerebro es el lugar donde está nuestra conciencia, que llevamos con nosotros,
como consecución neurológica de nuestra posesión humana, desde la cual partimos
por encima de nuestra inteligencia.
DONDE EL COSMOS ES EL CENTRO ALTERNATIVO DE NUESTRO CEREBRO, Y DE TODA ALTERNATIVA ESPACIAL DONDE PARTE NUESTRA VIDA COMO CONSECUCIÓN DEL TIEMPO.