lunes, 23 de noviembre de 2015

ATRIBUTO APOLÓGICO Y CÓSMICO SOBRE EL ENTE CON LA VIDA


Una obra social podría ser lo máximo que el tiempo y las masas pudieran fulgurar.

La consecución de la vida sobre un ángulo de relaciones integrales es lo mismo que tiene la fuerza cósmica sobre el espacio y las fórmulas astronómicas revolucionarias cuando el hombre ha mirado al cosmos.

Mirar al tiempo, a los tumultos históricos desde  nuestras costumbres, luchas, tradiciones, desde nuestros hechos y mirar para ver cuán soslayada ha estado la naturaleza en ver que el poder y la naturaleza está en ver que está en un estado superior al del hombre. Y por eso desde donde debe estar como ser en el punto correspondiente con un dispositivo que nunca sea la discordia al tiempo o le acompañe en su sabiduría.

El saber que  la ciencia no es sabia y si la naturaleza como reina madre de la sabiduría y la ciencia que expresa tener un sentido a parte de natural, musical, ambiental y filosófico como emblema   de su sabiduría.
La naturaleza, tiene un alma y un poder cósmico que arrebata al hombre, al sabio, al pensador y al genio  de la misma.


La sensación que ilumina al hombre como centro cósmico desde la relación de las cosas, de las ideas y la fuerza de su pensamiento junto a la consecución modélica del discernir.

El discurrir en unas fases en las que los pensamientos del hombre cuando por el mismo no son comprendidos, se halla un fragmento que unifica el sentido de nuestro ser como consecuencia de una ecuación transversal cuyo resultado sería un número afín a las circunstancias del propio número presente en un medio aéreo.

Una naturaleza recurrente al tiempo como apartado plural temporal y cambiante a sus ideas, pensamientos, emociones y sinopsis filosóficas y todo un entendimiento que unifica nuestras fórmulas filosóficas donde quizás a lo lejos y en la distancia como cuando un barco se aleja en el mar es la misma distancia que es el mismo camino y el mismo rumbo entre la lejanía y la cercanía, como la misma morada que encierre nuestra naturaleza a separar el vínculo de unión de la misma fortaleza de nuestro interior, de nuestro sentido humano, y el tope de todo cuanto queremos alcanzar que unifica la muerte con la vida sin que sepamos la consecuencia que esto puede traer al sentido pleno de nuestra existencia, de toda la humildad que ha pasado por la experiencia humana y todo lo que relaciona el conocimiento del dominio y predominio del ser sobre el planeta tierra.

A veces, por mucho buscar al creador y no encontrarle, a lo que con la evolución la lucha continuada con la misma y la relación del ser con la evolución y la evolución como una partitura de nuestros sentidos, nuestras emociones y toda una planicie de la vida que corre al tiempo, choca con el tiempo e irrumpe con el fragmento de que la vida es camino y una cruz como camino de nuestro sufrimiento, y que ese sufrimiento es la correlación que ha entendido el pesar del sentir, vivir, y la unificación del hombre sobre las mismas áreas de nuestras sensaciones, pesares, lo mismo que sentimos, sabemos, entendemos, emocionamos y vivimos. O saber que la iluminación de nuestra vida es un entorno distinto y un afrodisiaco diario que sabe a agua pura. La filosofía del Tao es ver el mundo de las ideas desde una experiencia cerrada, hermética, con simulación externa hacia la realidad, desde una esperanza puesta en vivir, entender y comprender el ser.

Con quien relaciona nuestros hechos sobre la consecución de nuestra vida con el tiempo, y el tiempo con una fórmula específica que tantas veces el hombre se ha parado a pensar, entender lo que se vive.

El aire que respiramos, las noticias que escuchamos, una ciencia que nunca termina de comprenderse y en un entredicho natural no comprendida como componente mítico desde la realidad, la plenitud de las cosas, la relación de las ideas, de los términos y de lo entredicho, lo que podríamos pensar que el hombre pueda ir más allá del tiempo y que el tiempo se aparte filosóficamente de nuestra temperatura humana.


La correspondencia del hombre con el tiempo y una secuencia humana social y sociable desde el ser como propiedad de sí mismo y de su especie  humana que declina en los principios históricos y principios del pensamiento histórico ganarle un tesoro al tiempo que va más allá de nuestra valía o el contraste de todo cuanto somos y de nuestro precio como seres humanos.

 Desde nuestro camino, en nuestra iniquidad, nuestra función interna y nuestra inquietud o como si fuese una ensoñación que conduce a un camino de esperanza y u un paso por nuestro recorrido.

Junto a lo que se localiza ante una reflexión propia y admirada de las cosas.

¿Qué puede ser ofrecerse a sí mismo lo que se tiene desde que se pueda entender que algo sea de todos?

Cuando el tiempo y la razón del orden social, las masas y la incertidumbre, se piense que hay algo predispuesto como un premio o un campo humillado en la historia, donde se sabe que el hombre ha sido víctima de sí mismo. El movimiento, la conciencia, la clarividencia, todo el cómputo de un control remoto que se pierde en el pensamiento y la realidad como pensamiento de una revelación de todo lo que puede ocurrir.

Los mitos, las leyendas, los dioses y las catapultas humanas envueltas en una trilogía que, como consecuencia de la realidad, el ser no ha logrado entenderla como una imagen contrapuesta y aparente de todo lo que centellea en el tiempo, junto a todo lo pasado en la secuencia del pensamiento y de la historia.

O si fuese una correlación científica desigual, unida a aguas de ríos de agua dulce que corren por el tiempo, el aire que respiramos, el fuego que nos calienta y la tierra que pisamos sean cada vez más puros y aparte de elementos biológicos y humanos sean vitales para nuestra forma de ver, vivir, sentir y existir, y así sea la morada que debemos al creador de tantos pasajes como miramos hacia la consecución constatada del tiempo, cuya forma de entenderla y de ver la vida para conservarla y que sea nuestra.


Y una sabiduría donde la razón ha sido expuesta a una ley llamada existencia, como un sentido referencial donde la vida y la muerte sean un presagio que aparte de universal es un campo trilógico que queda en la puerta de nuestra vida una vez perdamos el contacto con nuestra mirada al cosmos y las funciones cósmicas que nos rodean, con consecución a lo que ya la felicidad del hombre no cabe entenderse ni ha sido lograda.

El sentido del querer, del tener, del observar y del sentir es una pauta que va socavada desde el brillo hasta la transparencia y todo ente óptico y frontal que ensaña nuestra mirada al cielo, al tiempo y a todos los tumultos humanos que caminan con una huella que es una mirada al tiempo y al rumbo en que el hombre mismo se ha desplazado virtualmente, en la que la vida y el tiempo se han ensalzado en la historia y la existencia como parte de su esencia por la cual ha pasado por el tiempo.

TEMPORE OMNIPOTENTIA EXISTENTIA.






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