ATRIBUTO APOLÓGICO Y CÓSMICO SOBRE EL ENTE CON LA VIDA
Una obra social podría ser lo máximo que el tiempo y las masas pudieran fulgurar.
La consecución de la vida sobre un ángulo de relaciones integrales es lo mismo que tiene la fuerza cósmica sobre el espacio y las fórmulas astronómicas revolucionarias cuando el hombre ha mirado al cosmos.
Mirar al tiempo, a los tumultos históricos
desde nuestras costumbres, luchas,
tradiciones, desde nuestros hechos y mirar para ver cuán soslayada ha estado la
naturaleza en ver que el poder y la naturaleza está en ver que está en un
estado superior al del hombre. Y por eso desde donde debe estar como ser en el
punto correspondiente con un dispositivo que nunca sea la discordia al tiempo o
le acompañe en su sabiduría.
El saber que la ciencia no es sabia y si la naturaleza
como reina madre de la sabiduría y la ciencia que expresa tener un sentido a
parte de natural, musical, ambiental y filosófico como emblema de su sabiduría.
La naturaleza, tiene un alma y un
poder cósmico que arrebata al hombre, al sabio, al pensador y al genio de la misma.
La sensación que ilumina al
hombre como centro cósmico desde la relación de las cosas, de las ideas y la
fuerza de su pensamiento junto a la consecución modélica del discernir.
El discurrir en unas fases en las
que los pensamientos del hombre cuando por el mismo no son comprendidos, se
halla un fragmento que unifica el sentido de nuestro ser como consecuencia de
una ecuación transversal cuyo resultado sería un número afín a las circunstancias
del propio número presente en un medio aéreo.
Una naturaleza recurrente al
tiempo como apartado plural temporal y cambiante a sus ideas, pensamientos,
emociones y sinopsis filosóficas y todo un entendimiento que unifica nuestras fórmulas
filosóficas donde quizás a lo lejos y en la distancia como cuando un barco se aleja
en el mar es la misma distancia que es el mismo camino y el mismo rumbo entre
la lejanía y la cercanía, como la misma morada que encierre nuestra naturaleza
a separar el vínculo de unión de la misma fortaleza de nuestro interior, de
nuestro sentido humano, y el tope de todo cuanto queremos alcanzar que unifica
la muerte con la vida sin que sepamos la consecuencia que esto puede traer al
sentido pleno de nuestra existencia, de toda la humildad que ha pasado por la
experiencia humana y todo lo que relaciona el conocimiento del dominio y
predominio del ser sobre el planeta tierra.
A veces, por mucho buscar al
creador y no encontrarle, a lo que con la evolución la lucha continuada con la
misma y la relación del ser con la evolución y la evolución como una partitura
de nuestros sentidos, nuestras emociones y toda una planicie de la vida que
corre al tiempo, choca con el tiempo e irrumpe con el fragmento de que la vida
es camino y una cruz como camino de nuestro sufrimiento, y que ese sufrimiento
es la correlación que ha entendido el pesar del sentir, vivir, y la unificación
del hombre sobre las mismas áreas de nuestras sensaciones, pesares, lo mismo
que sentimos, sabemos, entendemos, emocionamos y vivimos. O saber que la
iluminación de nuestra vida es un entorno distinto y un afrodisiaco diario que
sabe a agua pura. La filosofía del Tao es ver el mundo de las ideas desde una
experiencia cerrada, hermética, con simulación externa hacia la realidad, desde
una esperanza puesta en vivir, entender y comprender el ser.
Con quien relaciona nuestros
hechos sobre la consecución de nuestra vida con el tiempo, y el tiempo con una
fórmula específica que tantas veces el hombre se ha parado a pensar, entender
lo que se vive.
El aire que respiramos, las
noticias que escuchamos, una ciencia que nunca termina de comprenderse y en un
entredicho natural no comprendida como componente mítico desde la realidad, la
plenitud de las cosas, la relación de las ideas, de los términos y de lo
entredicho, lo que podríamos pensar que el hombre pueda ir más allá del tiempo
y que el tiempo se aparte filosóficamente de nuestra temperatura humana.
La correspondencia del hombre con
el tiempo y una secuencia humana social y sociable desde el ser como propiedad
de sí mismo y de su especie humana que
declina en los principios históricos y principios del pensamiento histórico ganarle
un tesoro al tiempo que va más allá de nuestra valía o el contraste de todo
cuanto somos y de nuestro precio como seres humanos.
Desde nuestro camino, en nuestra iniquidad,
nuestra función interna y nuestra inquietud o como si fuese una ensoñación que conduce
a un camino de esperanza y u un paso por nuestro recorrido.
Junto a lo que se localiza ante
una reflexión propia y admirada de las cosas.
¿Qué puede ser ofrecerse a sí
mismo lo que se tiene desde que se pueda entender que algo sea de todos?
Cuando el tiempo y la razón del
orden social, las masas y la incertidumbre, se piense que hay algo predispuesto
como un premio o un campo humillado en la historia, donde se sabe que el hombre
ha sido víctima de sí mismo. El movimiento, la conciencia, la clarividencia,
todo el cómputo de un control remoto que se pierde en el pensamiento y la
realidad como pensamiento de una revelación de todo lo que puede ocurrir.
Los mitos, las leyendas, los
dioses y las catapultas humanas envueltas en una trilogía que, como
consecuencia de la realidad, el ser no ha logrado entenderla como una imagen
contrapuesta y aparente de todo lo que centellea en el tiempo, junto a todo lo
pasado en la secuencia del pensamiento y de la historia.
O si fuese una correlación
científica desigual, unida a aguas de ríos de agua dulce que corren por el
tiempo, el aire que respiramos, el fuego que nos calienta y la tierra que
pisamos sean cada vez más puros y aparte de elementos biológicos y humanos sean
vitales para nuestra forma de ver, vivir, sentir y existir, y así sea la morada
que debemos al creador de tantos pasajes como miramos hacia la consecución constatada
del tiempo, cuya forma de entenderla y de ver la vida para conservarla y que
sea nuestra.
Y una sabiduría donde la razón ha
sido expuesta a una ley llamada existencia, como un sentido referencial donde
la vida y la muerte sean un presagio que aparte de universal es un campo
trilógico que queda en la puerta de nuestra vida una vez perdamos el contacto
con nuestra mirada al cosmos y las funciones cósmicas que nos rodean, con
consecución a lo que ya la felicidad del hombre no cabe entenderse ni ha sido
lograda.
El sentido del querer, del tener,
del observar y del sentir es una pauta que va socavada desde el brillo hasta la
transparencia y todo ente óptico y frontal que ensaña nuestra mirada al cielo,
al tiempo y a todos los tumultos humanos que caminan con una huella que es una
mirada al tiempo y al rumbo en que el hombre mismo se ha desplazado
virtualmente, en la que la vida y el tiempo se han ensalzado en la historia y
la existencia como parte de su esencia por la cual ha pasado por el tiempo.
TEMPORE OMNIPOTENTIA EXISTENTIA.