EL ALMA Y EL CUERPO. DOS ENTES DE NUESTRA NATURALEZA.
Podemos pensar, entender o creer qué partes o con qué partes
pensamos o sentimos, nos movemos o andamos.
Nuestra vida tiene una concupiscencia y un mundo común que
nos lleva a disuadir todas las funciones de la misma.
El cuerpo es todo lo contrario de lo que nos dice nuestra
alma y nuestro espíritu.
El cuerpo es la solidez de nuestro ente. Por medidas cuyos
campos fluidos de una división cósmica del fuego y de la materia.
Al contrario nuestra alma y nuestro espíritu son incólumes e
inmortales.
Aristóteles la dividió como alma sensible, sensitiva y alma
vegetativa, alma concupiscible y alma irascible.
Son así los apartados de nuestro temperamento, a veces
nuestra condición humana y nuestra inconsciencia definida así como un campo
eterno e inmortal.
Todas las anomalías de nuestro dolor, nuestra afectividad,
nuestra apariencia, nuestra asistencia, y nuestras ansias de vivir forman un
cómputo aglomerado de lo que nos dicen las masas en común.
Nuestra razón y nuestra mente, si es que existe la mente, o
es algo abstracto, perdurable de la función racional de nuestra inteligencia.
Todo lo que late a nuestro alrededor de nuestra vida, el
movimiento, la fuerza, la energía y todos los procesos vivos de nuestros
apartados que perduran y proliferan sobre nuestra inteligencia en un polo
opuesto, a un hermetismo interior que radica en un mundo gravitacional que
ensaña todas las fases físicas en lo que en metafísica se puede entender como
un campo hallado de funcionalismo de planos.
Todo lo que rodea nuestro mundo y parte de una función del
equilibrio desde la historia no es otra cosa más que una frontera abierta de
fases en las que el pensamiento, nuestros sentimientos y emociones rompen
amarras sobre lo que el ser ha querido hacer y no le han salido las cosas como
él ha querido.
En la vida del hombre o en sus principales dimensiones.
Vida, existencia y muerte existió desde el método básico el principio del por
qué existimos como pregunta a nuestro principio y a nuestro final. Desde estar
en esta vida a los movimientos filosóficos atraídos por la evolución del
hombre, que han traido consigo el progreso más que consigo las fases de cómo
tiene que vivir.
O relaciones de las clases y claves de su existencia.
El motor y los fragmentos de un móvil que transgrede día a
día en nuestros sentidos cuyos principios han sido la cara expuesta a los
factores motivados por un mundo vegetativo por el cual existir es nuestra
presencia en el camino por el cuanto hemos recorrido, y nuestro recorrido por
nuestro existir. Nos encontramos en un campo de abatimiento desde nuestro
trabajo y nuestros procesos que transcurren por nuestra presencia temporal. Por
una razón biológica que es la persistencia de la evolución y la evolución que
forma parte del rumbo de una realidad de una constante persecutoria y pertinaz
en nuestra constancia del día a día.
TODO CAMPO HUMANO, ES UNA SECUENCIA DONDE SE VEN ENVUELTAS
NUESTRAS VIRTUDES. CON ANTAGONISMO PERSISTENTE EN EL FLUORESCENTE DEL TIEMPO.
EL TIEMPO Y LA VIDA NO ES OTRA COSA MÁS QUE LA RELACIÓN EN
EL ORDEN DE ESE FLUORESCENTE, QUE ES LA LUZ ESTELAR DE TODO CUANTO ILUMINA LA
TIERRA, Y NUESTRA PRESENCIA VIVIENTE DENTRO DEL GEOIDE COMO UN MUNDO
TRANSPORTADO.
LAS CONSTANTES DEL LATIDO DE NUESTRO CORAZÓN QUE SON LA
FRECUENCIA Y EL LATIDO DEL MISMO, PONIENDO ASÍ EN MARCHA NUESTRO CUERPO Y
APARATO LOCOMOTOR DESDE TODAS SUS FUNCIONES MOTRICES, ANATÓMICAS Y
FISIOLÓGICAS, POR LAS CUALES NOS MOVEMOS.
NUESTRO CUERPO Y NUESTRA ALMA SON LAS DOS FUNCIONES VITALES
QUE HACIÉNDONOS VIVIR SON UNA AVALANCHA DE FASES CUYA BASE CONJUNTA TODAS LAS
ÁREAS QUE PERDURAN EN LA VIDA Y EN LA MUERTE Y DESCONECTAN TODO NUESTRO SER AL
FINAL DE NUESTRA EXISTENCIA DESDE UNA FASE CUYA RELACIÓN ES INDEFINIDA QUE
CHOCA CON TODOS LOS CAMPOS FÍSICOS Y DEL INFINITO. QUE DETERMINAN UN MUNDO
DEGOLLADO Y ESCONDIDO.
DONDE LA RAZÓN ES TODO LO QUE DETERMINA NUESTRO SER.
DESDE LAS BASES EN QUE LA VIDA ESTÁ EN TODO LO QUE PUEDE
REALIZAR Y EN TODO LO QUE ES COHERENTE DENTRO DE ESA REALIZACIÓN.